Una multitud frenética de católicos siguió y rodeó el vehículo que transportaba al papa Francisco el lunes, cuando por primera vez regresó al continente que lo vio nacer como pontífice, en una visita de siete días al país con más católicos del mundo, donde espera avivar el fervor de los fieles más jóvenes.
Durante sus primeros minutos en Brasil, cientos de creyentes rodearon el Fiat en el que viajaba el papa antes de que abordara el papamóvil. El vehículo se vio obligado a aguantar el tráfico pesado de una avenida principal, en el trayecto desde el aeropuerto hasta el centro de Río, donde lo esperaba el papamóvil, que carecía de blindaje alguno.
Los escoltas papales, vestidos de negro, usaron la fuerza para empujar a la multitud lejos del vehículo en escenas que, por momentos, parecían alarmantes. Funcionarios de la iglesia Católica y de la ciudad dijeron que el conductor hizo un giro erróneo y no tomó los carriles que habían sido despejados exclusivamente para que el Fiat papal avanzara.
Francisco parecía tranquilo durante el frenesí. Bajó su ventanilla, en la parte trasera del automóvil, y sentado saludó a todo el que se acercara y tocó a todo el que metió la mano adentro del Fiat. En un momento, una mujer le entregó un bebé de cabello oscuro, a quien el papa besó antes de devolvérselo.
El portavoz del Vaticano, el reverendo Federico Lombardi, confirmó los informes de que se encontró una bomba casera en un baño público cerca de la basílica de Aparecida Domingo, ubicado a mitad de camino entre Río y Sao Paulo y que el Papa visitará el miércoles.
Agregó que las autoridades de Brasil informaron seguridad del Vaticano sobre el incidente, pero la iglesia consideró que el asunto "no es un problema de especial la proporción". Lombardi describió el dispositivo como una "bomba artesanal" puesta en una bolsa de plástico con algunos explosivos en su interior.
"Es evidente que no había conexión directa con la presencia del Papa", dijo.
Tras sortear la multitud y los atascos del tráfico, Francisco llegó al lugar donde lo esperaba un papamóvil, al aire libre, e inició un recorrido por las calles principales del centro de Río, donde miles de personas lo saludaron frenéticamente mientras él les devolvía el saludo y sonreía.
En medio de la multitud, algunos lo miraron atónitos al pasar, algunos trataron de seguir el papamóvil escoltado por decenas de guardias que iban a pie mientras que otros sollozaron ruidosamente.
"Este no es sólo un evento para gente joven", dijo a The Associated Press Severina Alves, de 70 años. "Yo soy joven de espíritu. Además hay ver a 'Chico''', el diminutivo que utilizan en Brasil para los que tienen el nombre
de Francisco.
Entre tanto, los manifestantes que rechazan las políticas del gobierno se enfrentaron con la policía en frente del lugar donde se celebró la ceremonia oficial de bienvenida a Francisco.
Pero la ira iba dirigida a los líderes de Brasil y no el pontífice, a excepción de los grupos que promueven los derechos de los homosexuales y otros indignados con la doctrina católica que condena el aborto y no celebra matrimonios entre personas del mismo sexo.
Una hora después del breve discurso que el pontífice leyó en la ceremonia, la policía intentó dispersar la multitud disparando balas de goma.
Las protestas comenzaron en junio, primero en oposición a un aumento de las tarifas del transporte y luego como reflejo de la furia provocada por los elevados impuestos, los servicios públicos deficientes y los grandes gastos en eventos como el Mundial de fútbol de 2014 y las Olimpíadas de 2016. El gobierno gastó unos 52 millones de dólares en la visita papal, lo cual provocó algunas quejas en las redes sociales, pero, evidentemente, ese no es el motivo principal del malestar social.
"No tenemos nada contra el papa, nadie aquí está en contra de él", dijo Christopher Creindel, un estudiante de arte de 22 años que protestaba frente al palacio de gobierno. "Esta protesta es contra nuestros políticos".
Creindel reconoció que los manifestantes están aprovechando la atención que presta la prensa mundial a la visita pontificia para darle visibilidad internacional a la protesta.
En la ceremonia Francisco dijo "he venido para encontrarme... con jóvenes venidos de todas partes del mundo, atraídos por los brazos del Cristo Redentor. Quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón, volver a escuchar su llamada clara y potente: 'Vayan y hagan discípulos a todas las Naciones'''.
"Vayan y hagan discípulos; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible y creen un mundo de hermanos y hermanas", agregó. "Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados".
Hablando en portugués, el pontífice pidió permiso para entrar a Brasil y estar la próxima semana en el país.
Es la primera vez que Francisco, de 76 años y origen argentino, volvía al continente que lo vio nacer, desde su elección como papa en marzo.
Fuera del palacio de gobierno de Guanabara, donde se celebró la ceremonia oficial, Alicia Velázquez, una profesora de arte de Buenos Aires, de 55 años, esperaba poder ver al papa al que conoció cuando era arzobispo de Buenos Aires.
"Nos pareció increíble cuando lo nombraron", dijo. "No lo podíamos creer. Llorábamos y nos abrazábamos. Ya estaba pensando en venir al Río para esto pero a partir del momento en que fue nombrado, fue con un gran entusiasmo".
"Yo personalmente quiero verlo para ver sí sigue siendo el hombre tan sencillo y humilde que todos conocíamos, que nos cruzábamos diariamente el combi (autobús), en la calle", agregó. "Yo tengo fe que sigue siendo el mismo y que va a lograr hacer la iglesia que necesitamos, una iglesia humana, sencilla y humilde."
Durante su estancia, el papa se reunirá con miles de jóvenes católicos y se espera que más de un millón de
personas se tomen las playas blancas de Copacabana para las misas que Francisco va a oficiar. También visitará una pequeña capilla en una barriada y viajará a venerar a la patrona de Brasil, Nuestra Señora de la Aparecida.
En el vuelo que lo trajo de Roma, Francisco expresó su preocupación por las generaciones de jóvenes que sin trabajo en una economía mundial en recesión. Advirtió que en algunos países el desempleo juvenil alcanza los dos dígitos.
"Los jóvenes, en este momento, están en crisis", dijo Francisco. "Corren el riesgo de crecer en una generación que no ha funcionado".
El papa no se refirió a una región o país en particular, pero en gran parte de Europa las cifras de desempleo juvenil son más que sombrías, sobre todo en Grecia, España e Italia. Brasil está mejor que algunas naciones europeas, con una tasa de desempleo menor.
Alex Augusto, un seminarista de 22 años enfundado en la camiseta oficial verde de los peregrinos, dijo que él y cinco amigos viajaron desde el estado de Sao Paulo "para mostrar que contrario a la creencia popular, la iglesia no sólo está hecha con gente vieja, está llena de gente joven. Queremos mostrar la imagen real de la iglesia".
"Estoy aquí porque tengo la fuerza de Dios dentro de mí y quiero hacerlos discípulos a todos. Arrrrrhhhh", gritó Alex Augusto, elevando su cabeza y aullando hacia el caliente y húmedo aire de Río de Janeiro antes de doblar sus brazos y posar como un fisicoculturista.
La tarea de Francisco sería más fácil si todos los católicos compartieran el fervor de los más jóvenes. Las multitudes de peregrinos de Brasil y algunos países de América Latina son la excepción. Se trata de la región con más fieles católicos del mundo, pero donde millones de personas han salido de la iglesia por afiliarse a iglesias evangélicas pentecostales o para seguir una ética secular.
Una encuesta del grupo Datafolha, publicada el domingo por el prestigioso periódico Folha de Sao Paulo, dijo que el 57 por ciento de los brasileños mayores de 16 años se consideraban católicos; la cifra más baja jamás registrada en el país.
Hace seis años, cuando el Papa Benedicto XVI visitó Brasil, una encuesta realizada por la misma empresa encontró que el 64 por ciento de las personas se consideraban católicos. En 1980, cuando el Papa Juan Pablo II se convirtió en el primer pontífice en visitar a Brasil, el 89 por ciento dijo ser católicos, según el censo
poblacional de ese año.
Por su parte, los evangélicos pentecostales ahora constituyen el 19 por ciento de la población religiosa brasilera, lo que significa un incremento de cero, hace tres décadas y debido al agresivo proselitismo que ese credo hace en los barrios pobres del país.
Datafolha entrevistó a 3.758 personas en Brasil de junio 6 al siete y dijo que la encuesta tiene un margen de error de 2 puntos porcentuales.
En su segunda visita a Venezuela, en 1996 el papa Juan Pablo II paró de manera breve, tras su arribo, en un puente y desde allí saludar a presos de una cárcel reconocida entonces por sus violentas riñas y protestas.
El acto se realizó sin incidentes, pero cuando Juan Pablo II decidió abrir su papamóvil y bajarse a saludar a un prisionero de buena conducta, que se encontraba en la fila oficial de autoridades, el protocolo y orden se perdió.
Desde colinas cercanas comenzaron a bajar personas corriendo para seguir el papamóvil, que ya había abordado nuevamente el santo padre. Las personas corrieron por la autopista y estuvieron a punto de cercar el vehículo, que aceleró y dejó atrás a la multitud.
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