El papa Francisco llamó el miércoles a los fieles a evitar a los "ídolos" del dinero, el poder y el placer y en su lugar ayudar a los jóvenes a construir un mundo mejor en la Basílica del Santuario de Nuestra Señora de
Aparecida, patrona de Brasil, en la que constituyó la primera homilía internacional que oficia como pontífice.
Cientros de católicos llenaron la Basílica y otros miles desafiaron la fría lluvia afuera del santuario para echar un vistazo al primer papa latinoamericano que regresaba al continente dónde nació y a un santuario de gran significado para el continente así como para él personalmente.
Aclamado por miles de católicos presentes en el templo, principal centro de peregrinación en Brasil, el papa tuvo un emotivo momento que llenó de lágrimas sus ojos al encontrarse con la imagen de la Virgen de Aparecida. Se inclinó ante ella y permaneció en silencio.
"Madre, te pedimos permanecer aquí, siempre acogiendo a tus hijos peregrinos y estar siempre a nuestro lado, acompañar a la gran familia de tus devotos, sobre todo cuando la cruz más nos pesa", dijo.
Luego la tomó en sus manos y abrazó la imagen.
Después puso la imagen sobre el vidrio que protege a la imagen de la "virgen negra" y se persignó.
"Es cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos pasajeros", expresó Francisco en su sermón, marcado por el tono religioso.
Ante ello, pidió dar aliento a la generosidad de los jóvenes y ayudarlos a construir un mundo mejor.
Los jóvenes, dijo Francisco hablando en portugués, "son un motor poderoso para la iglesia y para la sociedad.
Ellos no sólo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo".
Francisco también exhortó a los católicos del mundo a mantener sus valores de fe, generosidad y fraternidad, un mensaje que se espera repita más tarde en el día, en una visita en un centro de rehabilitación de drogas en Río de Janeiro.
La iglesia está luchando en América Latina para impedir que los católicos emigren a las iglesias evangélicas y pentecostales que a menudo prometen ayuda en la búsqueda de la riqueza material, una atracción seductora en un continente plagado de pobreza.
Desde que inició su pontificado, la prioridad de Francisco ha sido acercarse a los pobres e inspirar a los líderes católicos a ir a barrios marginales y a las periferias de los países a predicar.
No fue casual, entonces, que el primer gran evento de su primer viaje al extranjero fuera una misa en la Basílica del Santuario de Nuestra Señora de Aparecida. En la pequeña capilla, que atrae a 11 millones de peregrinos cada año, se organizó una importante reunión de obispos de América Latina en 2007 que, bajo la dirección del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, propuso una declaración de principios sobre cómo revitalizar la fe en el continente.
Tras la misa, el papa caminó entre los fieles dentro del templo, estrechó manos y repartió besos y bendiciones a su paso, además de ser fotografiado por cientos de personas con cámaras o teléfonos celulares.
También recibió saludos de representantes de otras denominaciones religiosas, como los cristianos ortodoxos y judíos, que acudieron a la ceremonia católica.
Luego salió a un balcón que lleva el nombre de su antecesor, Benedicto XVI, desde donde dio una bendición a los miles de feligreses que lo aguardaban bajo la helada lluvia.
"No hablo brasileño, voy a hablar en español", dijo. "Le pido a la Virgen de Aparecida que bendiga a sus familias, a sus hijos, a sus padres, a patria", antes de lanzar una pregunta a los fieles: "¿una madre olvida a sus hijos?".
La multitud de más de 100.000 personas respondió en coro "no", a lo que el prelado les dijo "ella (la Virgen) no se olvida de nosotros, y ahora le vamos a pedir su bendición".
Con la imagen de la Virgen de Aparecida en las manos, el papa extendió la bendición a los fieles.
Pese al clima gélido, los feligreses vibraron con la presencia del carismático pontífice, que se encuentra en Brasil para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.
"He estado levantada casi 24 horas, la mayor parte del tiempo en pie y bajo la lluvia y el frío, pero no siento dolor", dijo Nacilda de Oliveira Silva, una diminuta empleada doméstica de 61 años que apenas si podía ver lo que sucedía por encima de la barda de metal. "Me siento bañada en la gloria de Dios por causa del papa. Para mí es lo mismo que ver pasar a Jesús, así de conmovida me siento".
Antes de la misa, algunos peregrinos buscaron refugio del frío invierno, propio del hemisferio sur en esta época, debajo de lonas, mantas o sacos de dormir al tiempo que dejaron ofrendas dedicadas a la Virgen.
Después de la homilía, el papa también dijo a los fieles congregados afuera del templo que volvería a Brasil en 2017, cuando se cumplen 300 años de la supuesta aparición de la Virgen en el lugar.
Francisco luego fue al Seminario do Bom Jesus donde almorzaría con seminaristas, padres y obispos. Más tarde daría la bendición a unas 50 monjas que viven en tres conventos de clausura en el Santuario de Aparecida.
El papa arribó en helicóptero al santuario y, tras descender, hizo un recorrido hasta la basílica en un vehículo abierto en el que iba de pie y saludaba a la multitud de fieles que lo aclamaban.
Sus agentes de seguridad le acercaron cinco niños a los que besó a lo largo del recorrido.
A diferencia del tumulto provocado el lunes en Río de Janeiro, cuando decenas de fieles se abalanzaron sobre el vehículo en el que se movilizaba, en Aparecida prevaleció el orden, con barreras que impidieron a los fieles acercarse al auto que utiliza el pontífice, y que se asemeja al papamóvil.
Escoltas circularon entre la multitud y el carro para proteger al papa.
Algunos feligreses se mostraron molestos por no poder acercarse más y ver al santo padre como Joao Franklin, de 51 años, quien llegó a Aparecida desde el estado vecino de Minas Gerais.
"Levantaron un muro de Berlín entre nosotros y el papa, no nos dejaron acercarnos. Se ve que él quería acercarse pero la policía insistió en la separación", dijo Franklin. "Realmente me siento excluido por estas barreras, no me parece que sean necesarias".
La basílica tiene capacidad para 45.000 personas.
Miles de fieles ondearon banderas y entonaron el coro de "Francisco, Francisco" ante la llegada del papa al templo que recibe a peregrinos de todo el país que acuden a rendir ofrendas y rezar ante Nuestra Señora de Aparecida.
"Puede haber lluvia o sol, frío helado o calor sofocante, que miles y miles de personas vendrán a ver a nuestro papa porque esa es la fuerza de la fe del pueblo brasileño", dijo Taina Alves dos Santos, una secretaria de 29 años, tiritando de frío bajo la llovizna.
Lena Halfeld, un ama de casa de 65 años, trajo como ofrenda una caja de cartón llena de animales disecados, aparatos ortopédicos y otros objetos personales. También dejó una invitación a la boda de su sobrina en diciembre mientras pedía a la imagen de la Virgen que la bendijera.
"Tengo una fe real en los poderes de la Virgen de Aparecida", dijo Halfeld, quien hizo un largo viaje a la iglesia una vez por semana durante un año, durante una reciente enfermedad de su marido. "Ahora está curado, por lo que se lo debo todo a ella. No puedo pensar en un lugar más maravilloso para ver al nuevo papa".
Natalia Pereira, un estudiante de 16 años de una secundaria estatal oriunda de Sao Paulo, dijo que la fría lluvia que tuvo que soportar para llegar a la basílica constituyó una "prueba de fe".
"He estado despierta toda la noche en la fila, estoy empapada hasta los huesos y congelada, pero estoy tan emocionada que vale la pena", dijo Pereira, que intentaba protegerse de la llovizna bajo el enorme paraguas de un amigo. "Esta es la primera vez que veo a un papa y está una oportunidad única en la vida. No estaba dispuesta a dejarlo ir por un poco de lluvia".
El mal tiempo, ocasionado por un frente frío afecta la zona sudeste de Brasil, obligó al prelado a cambiar su viaje desde Río, que iba a ser en helicóptero hasta Aparecida. Sin embargo, la lluvia y los fuertes vientos lo obligaron a tomar un avión hasta Sao José dos Campos y desde allí continuar el viaje en helicóptero hasta la sede de la misa papal.
En Sao José dos Campos millares de fieles se encontraban apostados contra la cerca que rodeaba la terminal aérea para ver a Francisco, quien los saludó a la distancia antes de abordar el helicóptero que lo llevó a Aparecida.
Los católicos brasileros se mostraron impresionados con el estilo humilde del jefe del catolicismo mundial nacido en Argentina.
El prelado tiene previsto volver a Río al final del día para visitar un centro de atención a drogadictos.
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