Mientras miles de personas viajaban a la capital estadounidense en agosto de 1963 para participar en la denominada Marcha sobre Washington por el Empleo y la Libertad, María Varela se quedó en el sur de Estados Unidos.
Muchos de sus compañeros activistas en el Comité de Coordinación de Estudiantes No Violentos creyeron que la marcha era mayormente simbólica y poco haría para cambiar la situación, dijo Varela, quien continuó trabajando en Alabama y a la postre se trasladó a Misisipí.
"Muchos de nosotros en el CCENV no respaldamos la marcha en aquel entonces", dijo Varela, de 73 años, que vive en Albuquerque. "Así que íbamos a reunir a lo grande a toda esa gente. ¿Y luego qué?"
Los hispanos escasearon entre las 250.000 personas que acudieron a Washington el 28 de agosto de 1963, principalmente al estar dedicados a sus propias causas. Algunas organizaciones importantes hispanas de derechos civiles consideraron incluso denunciar públicamente la protesta. Sin embargo, tras ver la masa congregada en torno al Monumento a Lincoln tomaron nota de las lecciones dejadas por ese alarde de fuerza política, según los historiadores.
"No se sentían cómodos con las marchas. Pero ello iba a cambiar", dijo el profesor de historia de la Universidad Estatal de Iowa Brian Behnken, autor de un libro sobre la lucha por los derechos civiles de los negros y mexicano-estadounidenses en Texas. Un gran factor por la escasa participación de hispanos, dijo Behnken, fue que grupos como la Ciudadanos Latinoamericanos Unidos no había llegado a tal nivel en la protesta nacional.
"A la postre aparecería un nuevo movimiento", dijo Behnken. "Y serían formadas nuevas coaliciones".
La marcha nacional no pasó completamente inadvertida entre los hispanos. Una coalición de blancos y mexicano-estadounidenses realizó una marcha paralela el mismo día en Austin, Texas, que atrajo a unas 900 personas, según la Asociación Estatal Histórica de Texas. Los asistentes, incluidos hispanos, negros y blancos, protestaron contra la oposición del gobernador John Connally a la legislación de los derechos civiles pendiente en el Congreso.
Los hispanos que acudieron a la Marcha sobre Washington "lo hicieron por motivos propios", dijo Lauren Araiza, profesora de historia de la Universidad de Denison, en Granville, Ohio.
Por lo menos dos fotos en la Biblioteca de Arte Bridgeman, en Nueva York, ilustran la presencia de los hispanos en la marcha de 1963. En una de las fotos, el fotógrafo Nat Herz retrató a los participantes con banderas de Puerto Rico cuando desfilaban por la Avenida de la Constitución. Una segunda foto muestra a un hombre con un cartón manuscrito que proclama "México está de acuerdo".
La cantante Joan Báez, cuyo padre nació en México, estuvo acompañada por Bob Dylan y Len Chandler durante una actuación en la marcha de 1963.
Raúl Yzaguirre, ex presidente del Consejo Nacional La Raza, fue un estudiante voluntario en un puesto de emergencia en el parque National Mall. En una entrevista de 2003 con NPR en el 40mo aniversario de la marcha, Yzaguirre dijo que la elocuencia de Martin Luther King en el discurso "Tengo un sueño" le impulsó a llevar su defensa de los derechos civiles más allá de las causas hispanas.
"Aunque la atención estaba centrada en aquel entonces en la comunidad afro-estadounidense, creo que su pensamiento, su sentido de justicia nos impactaron a quienes teníamos quizá un sentido más amplio de inclusión, que queríamos que los latinos y los nativos estadounidenses y otras minorías fueran parte integral de un movimiento por los derechos civiles", dijo Yzaguirre.
Ciertamente, los hispanos sufrían discriminación en Estados Unidos. Al igual que los negros, los mexicano-estadounidenses eran sometidos al impuesto de las urnas para poder votar y en Texas algunos restaurantes colocaron carteles que advertían "Ni perros, ni negros ni mexicanos".
Los obreros agrícolas hispanos en California trabajaban por bajos salarios y en Nueva York los puertorriqueños recibían viviendas de inferior calidad, en ocasiones sin servicios básicos.
Una copia del manual original de la Marcha sobre Washington, bajo el titular "Por qué marchamos", mostró que los organizadores intentaron incluir la suerte de los hispanos en su carta de principios en la gran concentración.
"La discriminación en la enseñanza y la capacitación dejan sin ayuda a los negros, puertorriqueños, mexicanos y otras minorías en nuestra sociedad industrial mecanizada", dijo el manual. "Ante la falta de aprendizaje especializado, son las primeras víctimas de la automatización".
Varela, una de las pocas activistas hispanas que participaron tanto en el movimiento negro por los derechos civiles y el Movimiento Chicano, dijo que la dirección del movimiento tras la marcha fue la principal preocupación.
El Movimiento Chicano fue un periodo de activismo para los mexicano-estadounidenses a fines de la década de 1960 y principios de la de 1970, centrada en dar fuerza a ase grupo.
"No se trataba de crear un líder carismático que se hiciera cargo, sino de animar a muchos líderes que permanecerían mucho después hubieran desaparecido" el carismático, dijo Varela. "Estaba en Alabama en aquel entonces y aprendí que cada región en el sur fue diferente en la creación de sus movimientos".
Los negros y mexicano-estadounidenses han trabajado juntos desde hace tiempo en las causas de los derechos civiles. La NAACP se unió a la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos en el caso de 1947 Méndez v. Westminster en California, que trazó la labor básica de Brown v. Junta de Educación, la decisión de 1954 de la Corte Suprema que abolió la segregación en las escuelas públicas.
Mike Herrera, hijo del fallecido abogado de Houston de los derechos civiles John J. Herrera, dijo que su padre quería ver a los hispanos organizados a nivel nacional para buscar un cambio y estaba encantado con la Marcha sobre Washington.
"Carecíamos del número necesario y estábamos aislados en Texas, donde nadie prestaba mucha atención", dijo
el joven Herrera.
Otros como los trabajadores agrícolas hispanos en California se inspiraron más en marchas como las de Selma, en Alabama., dijo Araiza, porque "estaban mucho más orientadas a nivel de calle y era algo que podían comprender".
César Chávez y Dolores Huerta, fundadores del sindicato United Farm Workers of America, organizaron sus propias marchas en California y adoptaron estrategias no violentas como boicots y piquetes.
King envió a Chávez un telegrama en 1966, mientras Chávez ayunaba por un contrato laboral para los trabajadores agrícolas. En el telegrama, King dijo a Chávez que se conmovió".
"La situación de su gente y la nuestra es grave", dijo King. "Lo todos necesitamos desesperadamente es el ejemplo inspirador y el liderazgo efectivo que nos ha dado".
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