Bajo una presión implacable de su ala derecha, los republicanos libran con el presidente Barack Obama una peligrosa batalla que saben perderán, poco menos de un año antes de unas elecciones que la historia indica que deben ganar.
Para minimizar el daño, el partido debe redefinir la victoria como algo menos que eliminar toda la financiación a la ley de reforma de los servicios médicos del presidente Obama, aprobada hace tres años, y a la vez persuadir a la mayoría de los conservadores que apoyan al Partido Republicano, que los legisladores sucumbieron después de una batalla de principios. Y todo ello sin provocar una interrupción de las operaciones del gobierno o una mora en los pagos del Tesoro, o de otra manera ofender a los electores independientes cuyos votos decidirán las elecciones de 2014.
Y algunos líderes del partido ya han lanzado esa iniciativa. "No creo que aplicar un táctica dilatoria que elimine los fondos al Obamacare sea la mejor ruta para lograr ese objetivo", dijo con astucia el martes el senador Mitch McConnell. "Lo que consigue es interrumpir las operaciones del gobierno y mantener los fondos a Obamacare".
Eso fue un día después de rechazar el camino presentado por el rebelde del partido, el senador Ted Cruz, de Texas, quien comenzó un maratón oratorio el martes por la tarde en el pleno del Senado.
Con el objetivo de presionar a los demócratas, Cruz dijo que hace cuatro años votaron a favor de la ley de servicios médicos con la "excusa de que no sabían cómo terminaría. Bueno, no creo que tengan excusa ahora. Creo que merecemos saber cuál es su postura".
Además de la ley de servicios médicos y una posible interrupción de las labores del gobierno, la batalla perenne por el poder político está en la raíz del enfrentamiento.
Los republicanos necesitan ganar seis bancas en 2014 para tomar el control del Senado, una tarea difícil pero no imposible. El partido que sale del poder en la Casa Blanca ha ganado históricamente un promedio de tres o cuatro bancas en las elecciones intermedias desde 1934, y los demócratas defienden unas seis bancas en circunstancias difíciles.
En la Casa Blanca, el Partido Republicano tiene una mayoría de 233 a 200 con dos bancas no ocupadas, y la tendencia histórica muestra un aumento de 27 bancas en las elecciones intermedias para el partido que quedó fuera de la presidencia.
Ahora se agregan la campaña para restar fondos a la reforma de salud y el riesgo de un cierre o default.
Por su parte, los demócratas, que tienen la mayoría en el Senado y buscan lo mismo en la cámara baja, consideran que el caos es su aliado en este entorno político. Calculan que el público culpará a los republicanos por cualquier interrupción en los servicios o prestaciones del gobierno, como ocurrió hace dos años en la confrontación más reciente parecida a la de este momento.
Como resultado, los líderes demócratas emplean una retórica creada para crear interrogantes sobre la salud mental, y hasta la inteligencia, de algunos de los republicanos de base. El líder de la mayoría, Harry Reid, de Nevada, se refiere con frecuencia a los republicanos como los "anarquistas" del Tea Party. Por su parte, el senador Chuck Schumer, de Nueva York, dice que se han embarcado en un "plan loco". Y el representante Steve Israel, de Nueva York, presidente del Comité de Campaña Demócrata en la Cámara, dice que los republicanos han lanzado una "misión kamikaze para cerrar el gobierno federal y la economía".
En una alocución el fin de semana a la Fundación del Concilio Negro del Congreso, Obama fue menos personal pero igualmente directo.
"Esto es algo que vale la pensar pensar, que su agente es asegurar que 20 millones de personas no tengan seguro médico" y que están dispuestos a cerrar el gobierno para ganar la discusión, dijo.
Detrás de las palabras del presidente están las suposiciones demócratas de que la ley de servicios médicos no es tan impopular como dicen los republicanos y que millones que ahora no tienen cobertura decidirán que les gusta cuando la tengan.
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