Aun cuando estaba acostumbrado al éxito, el Manchester United sabía que gran parte de sus victorias sin precedentes eran producto de la maestría de Alex Ferguson.
"Cualquier sucesor a nuestro actual técnico podría no ser tan exitoso", advirtieron los dueños del equipo en 2012 a posibles inversionistas, un año antes del súbito retiro de Ferguson después de conquistar 38 títulos.
Luego de que David Moyes ni siquiera completó una temporada al frente del timón, esa frase se ve ahora como un eufemismo. La primera transición de un técnico del United desde 1986 ha sido una calamidad, con el establecimiento de récords indeseables y la creciente desilusión por un club que era sinónimo de estabilidad en el loco mundo del fútbol.
En esta ocasión el United no confiará en Ferguson para que él elija a su sucesor. Se le permitió pasar por alto a candidatos con más logros en Europa y con currículums más concordes con un club de la estatura del United, y recurrir al escocés Moyes, que no había ganado ningún trofeo importante durante 11 años en el Everton.
"Su nombramiento es una victoria del sentido común y la estabilidad", anunció pomposamente el club en ese momento. "El United está en buenas manos".
Pero Moyes no pudo con el empleo de mayor envergadura en el fútbol inglés, como rápidamente se hizo evidente. Incluso con un contrato a seis años, el técnico estaba constantemente abrumado a medida que entraba en caída libre un equipo que se llevó su 20mo título de la liga Premier por una diferencia de 11 puntos en la última temporada de Ferguson.
Sin el conocimiento necesario en lo estratégico y de aspecto cada vez más preocupado, Moyes no obtuvo ni una sola vez una muestra pública de respaldo por parte del club.
El vicepresidente Ed Woodward, al que muchos aficionados culpan junto con Moyes del fracaso del equipo para reforzarse luego de que asumió las responsabilidades de transferencia a mediados del año pasado, guardó un notable silencio a medida que crecía el descontento. El United se convirtió en un objeto de mofa, en especial por las afirmaciones cada vez más descabelladas de Moyes sobre las presuntas fortalezas de su equipo después de sufrir derrotas.
Old Trafford era un fuerte inexpugnable bajo el mando de Ferguson, pero en esta temporada seis equipos han ganado allí en la liga.
La misión de Ferguson después de que asumió el timón en 1986 era derribar al Liverpool "de su percha". Lo logró: los 13 campeonatos del United mientras él fue entrenador llevaron al club por encima del récord del Liverpool en un margen de 18 a 20. ¿Qué tan irritante debe ser ahora para Ferguson ver al Liverpool a punto de ganar su primer título desde 1990, con 23 unidades más que el United?
Fue la segunda derrota de la campaña, ante el Everton el domingo, la que convenció a la familia estadounidense Glazer de quitarle a Moyes las preocupaciones —junto con el puesto.
Incluso más doloroso para Moyes sería ver que el Everton, cuya dirección técnica dejó para un supuesto ascenso en el escalafón global de los técnicos, se ubica actualmente en el quinto puesto, dos peldaños y 12 unidades arriba del United, que ha parecido desintegrado y carente de rumbo bajo su mando.
Una ruta hacia donde el equipo no se dirige es al otro lado del Canal de la Mancha para disputar partidos de muy alto nivel en Europa. La última tabla de salvación para Moyes esta campaña habría sido ganar la Liga de Campeones.
Pero después de superar al Olympiakos con muchas dificultades, los "Red Devils" cayeron ante el Bayern Munich en cuartos de final. Fue algo humillante para un equipo que ha clasificado a la Champions a través de la liga Premier en todas las campañas desde 1995. Ahora, podría ocurrir que el United ni siquiera pase el corte para una competición de menor envergadura: la Liga Europa.
Tan significativo como la pérdida de decenas de millones de dólares de ingresos provenientes de la UEFA es el daño al prestigio del club. Y este es un equipo que dice tener 659 millones de seguidores, cifra equivalente a uno de cada 10 habitantes del planeta. Hay una familia que sigue al United sin afecto aparente, más allá de la capacidad de generar dinero en efectivo para el club: los Glazer, que han hecho enfurecer a muchos aficionados a lo largo de los nueve años en que han sido propietarios.
Mucho más preocupante para los hinchas que la falta de una participación más dedicada de los Glazer desde 2005 es el asunto tóxico de la deuda del club, la cual no existía antes de que los también propietarios de los Buccaneers de Tampa Bay de la NFL vieran la oportunidad de extraer dinero en efectivo del mayor club del fútbol inglés. Más de 1.100 millones de dólares han sido drenados de Old Trafford por los Glazer para el pago de una deuda que hace cinco años llegaba a 716,5 millones de libras (en ese entonces 1.100 millones de dólares) y que ha sido disminuida a la mitad.
"Los problemas son mucho más profundos que David Moyes", dijo Sean Bones, del Manchester United Supporters' Trust, un organismo formado por partidarios del equipo. "Yacen en los Glazer y en la forma en que manejan el club".
La capacidad de Ferguson para obtener trofeos ayudó en gran medida a suprimir un ambiente de inconformidad en el equipo de 136 años, el cual hizo su oferta pública inicial en la Bolsa de Valores de Nueva York en 2012. Los inversionistas en Wall Street recibieron con beneplácito la salida de Moyes: las acciones subieron más de 6% el martes en las transacciones matutinas a 18,84 dólares, su nivel más elevado desde el retiro de Ferguson en mayo pasado.
Aunque algunos partidarios esperarían que los Glazer salgan de Old Trafford junto con Moyes, en momentos en que el club está valuado en más de 3.000 millones de dólares y encaminado a generar más de 700 millones de dólares en ganancias tan sólo esta campaña, eso parece improbable. Al promover a Ryan Giggs al puesto de entrenador interino hasta que concluya la temporada, el jugador más destacado del equipo podría ser una fuerza unificadora en los últimos partidos, a fin de evitar una efusión de disidencia contra los Glazer.
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