El punto en el que el océano turbio se topa con la furia de los vientos de un huracán puede ser la clave para mejorar los pronósticos de intensidad de una tormenta, pero es casi imposible para los científicos poder verlo.
Eso podría cambiar pronto en Estados Unidos, gracias a un financiamiento federal creado a raíz del huracán Sandy y a un puñado de aviones teledirigidos que pueden pasar horas volando en espiral en los lugares oscuros de un huracán, transmitiendo datos que podrían ayudar a los meteorólogos a comprender qué hace que algunas tormentas se esfumen y que otras ganen fuerza y se vuelvan monstruos.
Tener a la mano esta información, mientras una tormenta todavía está lejos de la costa, podría ayudar a los manejadores de emergencias a planear mejor las evacuaciones o los riesgos de mareas tempestuosas.
Un huracán es como un motor cuyo combustible es el agua caliente del océano. El secreto, dicen los científicos, es tener una mejor comprensión de cómo el agua cálida transfiere la energía a las tormentas tropicales.
"Realmente necesitamos tener una mejor idea de lo que está pasando ahí, antes que tratemos de mejorar nuestro pronóstico de intensidad", dijo Joe Cione, quien estudia cómo las tormentas interactúan con el océano en la División de Investigación de Huracanes de la Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés) en Miami.
Los actuales aviones cazahuracanes normalmente no vuelan por debajo de los 5.000 pies (1.500 metros) y no pueden descender por debajo de los 1.500 pies, mientras que los radares en tiempo real no proporcionan información sobre la termodinámica que ocurre dentro del núcleo nuboso de una tormenta.
Actualmente los aviones arrojan contenedores llenos de piezas electrónicas para que transmitan datos sobre la presión, la temperatura, los vientos y la humedad de una tormenta, a medida que caen al mar, pero sólo permanecen en el aire durante unos cuantos minutos.
El tipo de drone que Cione planea lanzar desde aviones cazahuracanes puede pasar horas descendiendo lentamente, aprovechando las propias corrientes de aire que giran en una tormenta, incluso con la posibilidad de orbitar el vórtice de un huracán.
El avión teledirigido llamado Coyote —de un metro de largo y tres kilos, con forma de misil delgado y alas retráctiles— podría recolectar una gran cantidad de datos de las partes más bajas de un huracán, que podrían darle a los investigadores toda una película en comparación con las instantáneas enviadas por los contenedores, dijo Cione.
Eso podría cambiar pronto en Estados Unidos, gracias a un financiamiento federal creado a raíz del huracán Sandy y a un puñado de aviones teledirigidos que pueden pasar horas volando en espiral en los lugares oscuros de un huracán, transmitiendo datos que podrían ayudar a los meteorólogos a comprender qué hace que algunas tormentas se esfumen y que otras ganen fuerza y se vuelvan monstruos.
Tener a la mano esta información, mientras una tormenta todavía está lejos de la costa, podría ayudar a los manejadores de emergencias a planear mejor las evacuaciones o los riesgos de mareas tempestuosas.
Un huracán es como un motor cuyo combustible es el agua caliente del océano. El secreto, dicen los científicos, es tener una mejor comprensión de cómo el agua cálida transfiere la energía a las tormentas tropicales.
"Realmente necesitamos tener una mejor idea de lo que está pasando ahí, antes que tratemos de mejorar nuestro pronóstico de intensidad", dijo Joe Cione, quien estudia cómo las tormentas interactúan con el océano en la División de Investigación de Huracanes de la Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés) en Miami.
Los actuales aviones cazahuracanes normalmente no vuelan por debajo de los 5.000 pies (1.500 metros) y no pueden descender por debajo de los 1.500 pies, mientras que los radares en tiempo real no proporcionan información sobre la termodinámica que ocurre dentro del núcleo nuboso de una tormenta.
Actualmente los aviones arrojan contenedores llenos de piezas electrónicas para que transmitan datos sobre la presión, la temperatura, los vientos y la humedad de una tormenta, a medida que caen al mar, pero sólo permanecen en el aire durante unos cuantos minutos.
El tipo de drone que Cione planea lanzar desde aviones cazahuracanes puede pasar horas descendiendo lentamente, aprovechando las propias corrientes de aire que giran en una tormenta, incluso con la posibilidad de orbitar el vórtice de un huracán.
El avión teledirigido llamado Coyote —de un metro de largo y tres kilos, con forma de misil delgado y alas retráctiles— podría recolectar una gran cantidad de datos de las partes más bajas de un huracán, que podrían darle a los investigadores toda una película en comparación con las instantáneas enviadas por los contenedores, dijo Cione.
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