Una historia de éxito de Silicon Valley se tornó sórdida esta semana con la detención de una prostituta de lujo que supuestamente dejó morir a un ejecutivo de Google en su yate tras inyectarle un chute mortal de heroína y no socorrerle al sufrir una sobredosis.
Forrest Hayes, de 51 años, fue encontrado muerto por el capitán de su yate de 50 pies (15 metros) el Escape, en noviembre pasado. En ese momento, un sencillo obituario lo describió como un amado esposo y padre de cinco hijos al que le gustaba pasar el tiempo con su familia y en su barco.
El miércoles, la historia se volvió muchísimo más complicada cuando Alix Tichelman, de 26 años y natural de Folsom, se encontró vestida con un carcelario mono rojo, esposada y mascullando mientras se enfrentaba a cargos de homicidio involuntario por su papel en la muerte de Hayes, y a cargos de tráfico de drogas y prostitución. Se encuentra retenida en prisión bajo fianza de 1,5 millones de dólares.
Las imágenes recogidas por las cámaras de seguridad del yate lo enseñan todo, dijo la policía, desde que llegó hasta después del colapso de Hayes. Fue entonces cuando Tichelman recogió su ropa, la heroína, las agujas, y pasó por encima de un Hayes agonizante. Apuró un último vaso de vino, bajó una persiana y salió del bote para perderse en el muelle tranquilamente.
El jefe adjunto de policía de Santa Cruz Steve Clark declaró el miércoles a The Associated Press que Hayes había contratado a Tichelman con anterioridad y que su cita del 23 de noviembre "fue un encuentro mutuamente consensuado incluida la introducción de la heroína."
Clark dijo que al parecer no era la primera vez que ella dejaba abandonado a alguien con problemas sin llamar al 911 o buscar ayuda. Sin entrar en más detalles, dijo que su comisaria está cooperando con la policía de un estado diferente en un caso similar.
"Existe un patrón de comportamiento por el que ella nunca busca ayuda cuando alguien está en problemas", añadió.
Los periodistas de Associated Press Michael Liedtke y Terry Collins en San Francisco y la investigadora Jennifer Farrar en Nueva York colaboraron con esta historia.
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